Herencia del pasado que perdura en el tiempo. La olería de Buño, oficio tradicional, poso artístico y sensibilidad esparcida por los barrios de una villa de A Costa da Morte. Talleres de formas que hablan con las manos, que vierten autenticidad en el horno viviente, que moldean la nobleza del barro desde hace siglos.
La tradición alfarera de Buño ha evolucionado de antiguos utensilios domésticos moldeados a complementos decorativos e incluso aplicaciones arquitectónicas.
El inicio de la tradición de la olería de buño se data en la prehistoria, con la elaboración de cacharros hechos a mano. En las minas de estaño de monte Neme o en las de oro de Corcoesto se empleaban crisoles de barro de Buño. Las piezas de la Edad Media son de escasa variedad y austera decoración. Los siglos XVI y XVII marcan el inicio de una edad esplendorosa tras la elaboración de los caños para la traída de agua de la fuente del Mercado de A Coruña. Piezas de olería de buño, documentos y fotos de Buño figuran incluso en el museo de la Hispanic Society of América en EEUU.
Las manos de un alfarero guardan siempre un misterio. El del oficio más antiguo. Eso explica la primitiva emoción que nos atrapa cuando vemos moldear las formas en el barro. El visitante permanece maravillado cuando el artesano habla a la rueda y de un simple pedrusco de barro surgen tazas, jarras, escudillas y otras delicadas formas de la antigua tradición. En el sector de la olería, en Buño, esa magia es la metáfora de la creación de la vida.
Buño, seguramente el pueblo alfarero más auténtico que se pueda hallar en estos tiempos en Europa, en donde la alfarería Aparicio continua con esa tradición de antaño elaborando piezas antiguas con las formas tradicionales, aunque sin dejar de lado al mundo moderno en donde diseña piezas de marcado carácter contemporáneo.